Estamos viviendo tiempos post-modernos, que se sitúan a partir del último tercio del S.XX, por la superación del anterior paradigma: el paradigma modernista (Gergen,K. 1992/2006). Será esta una reflexión desde un punto de vista psicológico y social , y desde dos ejes: las características de esta era post-moderna que se filtran en todas las esferas de la experiencia humana, y el ciclo vital y sus cambios en este principio de S.XXI.
Analicemos primero cómo se conforma esta era post-moderna en algunos elementos que parecen ser evidentes y relevantes:
Venimos de un modernismo (hasta finales s.XX) en España, con un aumento del “bienestar” económico, consumo ilimitado, la falacia de alcanzar la felicidad (incluso como un derecho). Debilitamiento de valores como el esfuerzo, la comunidad, el respeto, la sabiduría, la paciencia, la maduración. Entronización del individuo y sus deseos: "lo quieres, lo tienes", como mostraba un anuncio en televisión no hace mucho. Avances tecnológicos que nos permiten llegar a una verdad “objetiva”, a conocer cada vez más objetivamente al “hombre”. “Yo soy el dueño de mi propio destino”. Dominio de la naturaleza. Examinemos ahora el estado del ciclo vital en el posmodernismo. Tomaremos como base el trabajo de Guardini,R (1970) y su fantástico análisis de las fases del ciclo vital. Guardini define tareas específicas para cada una de las fases y situaciones de “crisis” en el agotamiento de una fase y advenimiento de la siguiente. Hay un primer hecho relevante: el cronológico. Las edades que comprende cada fase se han ido ampliando o recortando, como veremos más tarde. Han ayudado a ello factores como los avances médicos, la alimentación, la educación, las oportunidades… Nos detendremos después en algunas fases específicas de particular relevancia en esta era posmoderna. Guardini define las siguientes fases en el ciclo vital con sus consiguientes crisis (las edades de cada fase son orientativas):
Podemos observar varias cuestiones: las fases anteriores, a partir de la segunda, el hombre joven, parecen haberse hecho más flexibles y abarcan más tiempo cronológico : la fase del hombre joven (2) se alarga, debido a la extensión de los estudios, la crisis económica y la sobreprotección parental. La fase siguiente pues, la de la persona responsable, empieza más tarde y se estira casi hasta los 40 años de edad. Así empieza la cuarta fase, la de la persona madura que nos lleva hacia los 50 años. La experiencia del límite se estira una década, en parte por la extensión cronológica de las anteriores, pero también por las capacidades psicofísicas mejoradas (autocuidado, alimentación, deporte…) y la cantidad de oportunidades de “reinventarse”, palabra muy utilizada en estos tiempos de crisis económica. Asimismo, se implementa en la sociedad postmoderna la idea de que no hay límites, de que todo es posible. Como dice Guardini “ …la vejez parece una mala copia de la juventud, una copia decrépita…el resultado es, que en la imagen actual de la vida, la falta de los valores de la vejez, La sabiduría en sus distintas formas…”. Es de esperar que veamos, en estos tiempos, dificultades en encontrar “personas serenadas”, que aceptan y transitan su declinar psicofísico progresivo, asumiendo sus “tareas vitales” de estas fase, su “asentimiento a la vida, desde la seriedad y la fidelidad a la misma…”. Y de esta manera, tenemos apuntado el contexto socio-cultural y vital de las personas en la posmodernidad. En este contexto entonces ¿Qué ocurre con el sentido de la vida, con la orientación vital? ¿Cómo queda afectado por este contexto? ¿En qué puede confiar la persona para orientarse?
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Agosto 2022
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